La historia de la marca comienza en 1819 con el joven que dio su nombre al whisky: Johnnie Walker.
Es un comienzo difícil para un adolescente de 15 años que acaba de perder a su padre. La tienda de abarrotes que John adquiere en Kilmarnock, pequeña ciudad al oeste de Escocia, le sirve para comercializar whiskies que no eran consistentes, circunstancia que aprovecha para mezclarlos en ciertas proporciones y producir su propio whisky con un sabor único, especial y perdurable que toma gran notoriedad en la localidad como “el whisky de John Walker”.
La destilación de whisky en Escocia se remonta al siglo XV, según una a mención oficial al “espirituoso escocés” en un rollo de un tesoro, fechado el 1 de junio de 1494 y que pertenecía a John Cor, un fraile escocés de la Abadía de Lindores en Fife, a quien se le atribuye la creación del primer whisky de la historia.
Lo importante de la historia es que John Walker estuvo en el lugar justo, en el momento oportuno, con el producto adecuado: la llegada del tren a Kilmarnok en 1843, convirtiendo a su whisky en el producto líder.
La tradición continúa con su hijo Alexander, quien en 1857 impulsa definitivamente el negocio familiar con el lanzamiento de la primera mezcla comercial de Johnnie Walker: “Old Highland Whisky”.
La nueva mezcla es embarcada para llevarla fuera de Escocia, pero un evento fortuito durante el primer viaje cambia radicalmente la historia de la marca: la ruptura de las botellas.
La situación es controlada con el diseño de un envase cuadrado. En 1860 la casa Johnnie Walker embarca su producto con el “nuevo vestido” y lo lleva a todo el mundo.
Otra peculiaridad de la botella cuadrada es descubierta por uno de sus distribuidores al colocar la etiqueta con una inclinación de 24 grados, lo que permitió mejor visibilidad del logotipo.
Estas casualidades se convierten en distintivos de branding muy efectivos, que marcan la diferencia definitiva con los competidores.
A comienzos del siglo XX, Johnnie Walker ya era un whisky reconocido mundialmente por su calidad, sabor y la inconfundible forma de su envase.
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Por la misma época, los directivos de Johnnie Walker deciden buscar otro elemento de marketing para mostrar valores diferenciales de la marca y esta opción se presenta inesperadamente en 1908, cuando un ilustrador de carteles llamado Tom Browne, dibujó en una servilleta la figura de un caminante.
El caricaturista había sido invitado al restaurante por Lord Stevenson, ejecutivo de Johnnie Walker. Después de la reunión, Browne produjo una serie de anuncios donde presentaba el “Striding Man” en diferentes situaciones, felizmente caminando.
Browne murió en 1910 a los 39 años y fue reemplazado por Sir Bernard Partridge, el principal dibujante de la revista Punch, quien trabajó el personaje durante 35 años.
El «Striding Man» u «Hombre Caminante» es el mayor emblema en la historia de Johnnie Walker que ha superado la centuria.
En estos años el personaje ha tenido variaciones entre las que se cuentan estilizaciones hechas al dibujo, pero el cambio más importante es el más sutil: el giro de orientación de izquierda a derecha, realizado en 1999. El «Caminante» pasó a mirar hacia el futuro, convirtiéndose en un símbolo representativo de progreso y orgullo.
Con el lema “Keep Walking” (“Sigue Caminando”) y su emblemático “Striding Man”, la marca Johnnie Walker hace un llamado a la superación y una invitación a no rendirse.
El caballero de sombrero y bastón que ha ido evolucionando a través del tiempo, soportó un episodio sin precedentes en su historia.
En enero de 2018 fue sustituido por una adaptación femenina: «Jane Walker», en una edición especial limitada, en apoyo a organizaciones que luchan por las causas feministas.
Actualmente se distribuye en más de 200 países alrededor del mundo. Su nivel de aceptación es tan alto, que cada segundo se venden seis botellas de whisky, alcanzando la impresionante cifra de 518,000 botellas diarias.