Comida orgánica: definición, políticas e impacto social

El interés cada vez mayor de los consumidores por obtener productos saludables, ha convertido al mercado de la comida orgánica en una industria multimillonaria.

Su crecimiento se nota tanto a nivel de producción como en las ventas minoristas, las cuales se dan principalmente en Estados Unidos y Europa.

Estos alimentos se basan en un sistema de producción que busca mantener o mejorar la fertilidad de los suelos y promover la biodiversidad.

Incluyen carnes, lácteos, vegetales, verduras frescas, productos procesados y congelados, los cuales se cultivan sin utilizar fertilizantes o plaguicidas sintéticos.

Para que un alimento sea considerado orgánico, ecológico o biológico, tampoco se permite la manipulación genética y se debe procurar el bienestar animal.

Ese proceso da como resultado productos con características especiales. Es decir, sin residuos de químicos y menos contenido de nitratos.

En consecuencia, los que se obtienen poseen mayor cantidad de nutrientes, minerales y vitaminas.

Surgimiento de la comida orgánica

La producción de comida orgánica surgió a raíz de la preocupación por el daño ambiental causado por el uso de insecticidas para controlar las plagas.

En principio, se empleó como un método alternativo en granjas pequeñas que no estaban certificadas formalmente.

Los agricultores se encargaban de informar a los consumidores que se acercaban para comprar sus productos locales.

Luego, se obtuvo el permiso de garantía a gran escala para alimentos frescos y procesados, que eran transportados a largas distancias y distribuidos en cadenas de supermercados.

La etiqueta de certificación hace que los consumidores confíen en los alimentos que consumen. Además, evita que se ofrezcan como orgánicos los que no lo son. 

Esto se debe a que no todos los agricultores cumplen con los requisitos a lo largo de la cadena de producción.

No solamente en cuanto a las formas de cultivo, sino el trato hacia los animales.

Por ello, el marco regulatorio es fundamental, especialmente cuando existe una distancia geográfica entre el productor y el consumidor.

Políticas sobre los métodos de producción

Teniendo en cuenta eso, se crearon políticas que permiten tener reglas claras respecto a la certificación de la comida orgánica..

Según establecen, los únicos capaces de obtener las etiquetas certificadas son aquellos que cumplen las pautas.

Estados Unidos es uno de los países que ha mostrado gran interés en estos asuntos.

En 1990, promulgó la Ley de Producción de Alimentos Orgánicos, la cual establece cómo deben ser cultivados, vendidos y etiquetados este tipo de productos.

Dicha regulación se basa en una lista Nacional de Sustancias Permitidas y Prohibidas.

El Departamento de Agricultura de EE.UU (USDA) es el que se encarga  de asegurar que los alimentos comercializados cumplan con los estándares exigidos.

A través del Programa Nacional Orgánico (NOP), creó tres etiquetas específicas: “100% orgánico”, “orgánico” y “hecho con insumos orgánicos”.

Los no certificados no llevan ese sello, y si alguien intenta venderlos como ecológicos, es sancionado severamente.

En la actualidad, cada nación tiene sus propias normas. Las que aplican los países europeos son unas de las más completas.

En su mayoría, establecen la obligatoriedad de utilizar los recursos naturales de manera responsable, respetar los sistemas biológicos y el trato humanitario para los animales.

Impacto de la agricultura orgánica

El desarrollo de la producción orgánica genera una serie de consecuencias. Algunas son beneficiosas como las relacionadas con el medio ambiente.

Al prohibir el uso de fertilizantes, derivados del compost y otras sustancias dañinas, reduce la contaminación de los suelos, el agua y el aire.

La comida orgánica también constituye una alternativa rentable para muchas economías del mundo, ya que brinda oportunidades comerciales.

No obstante, el impacto social no es tan beneficioso, debido a que supone un costo más alto para los consumidores.

Por lo general, el precio de estos alimentos es mayor que el de los cultivados mediante los métodos tradicionales.

Existen varias razones por las cuales son más caros. 

La principal es que aumenta la mano de obra. Para hacer las labores manuales, los agricultores se ven obligados a contratar más gente.

También influye el hecho de que se trata de volúmenes más pequeños, en comparación  con la producción de los alimentos convencionales.

Además, su oferta es limitada con relación a la demanda, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).

De acuerdo con la agencia estadounidense, los precios altos también se asocian con la protección del ambiente, el mayor bienestar de los animales y la disminución del riesgo para los agricultores.

Condiciones de desigualdad social

Por otro lado, algunos expertos afirman que la agricultura orgánica crea desigualdad.

Se basan en el hecho de que las personas con mayores ingresos económicos y nivel de educación, son las que generalmente pueden comprar ese tipo de alimentos.

Según dicen, la tendencia es que algunos países con economía reducida los producen únicamente para exportar a los más adinerados.

Incluso, en ocasiones los propios agricultores no tienen la capacidad de comprar lo que producen.

Además, las grandes compañías procesadoras de alimentos no se fijan en las granjas pequeñas a la hora de hacer sus adquisiciones. 

Prefieren las operaciones con los agricultores que poseen más acres, lo cual limita la participación de los que menos tienen en ese mercado.

Crecimiento del sector orgánico

A pesar de todo, el mercado mundial de alimentos orgánicos ha crecido. Los consumidores los quieren porque son más saludables y tienen un rico sabor.

En su mayoría, están hechos a base de plantas y otros compuestos naturales, o de animales producidos orgánicamente.

Por ello, muchas personas aprovechan la temporada de cosecha para ir a las tiendas y comprarlos más baratos.

Según la empresa encuestadora Nielsen, la venta de comida orgánica aumentó un 19% en 2020, debido al cambio de hábito de los consumidores.

En Estados Unidos, las cadenas de negocios minoristas la están vendiendo bajo los estándares establecidos por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA).

Eso significa que llevan el sello orgánico que certifica que han aprobado las inspecciones para evaluar el correcto cumplimiento de los requisitos.